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Lun a Vie de las 8 a las 22hPublicado en:
Tener una página web es una de las primeras cosas que se hacen cuando se lanza un proyecto digital. Ya sea una tienda en línea, un blog, un portafolio profesional o incluso una pequeña app, todo comienza con un dominio y un hosting barato.
Y eso no está mal. Todos empezamos ahí. Pero hay un punto en el crecimiento de cualquier sitio donde el alojamiento compartido ya no da el ancho. Puede que no lo notes enseguida, pero las señales comienzan a aparecer, una por una. Y si no haces algo, esas señales se transforman en pérdidas: de visitas, de clientes, de ventas, de posicionamiento.
Esta es una de las señales más fáciles de notar. Estás navegando en tu propia página y ves que las imágenes tardan en aparecer, el menú se congela, o el formulario no carga. Luego pruebas en otro navegador, en modo incógnito, desde el móvil. Igual. Todo lento.
El tiempo de carga es vital. No solo porque los usuarios odian esperar, sino porque los buscadores también penalizan los sitios lentos. Si tu web demora más de tres segundos, ya hay un problema serio.
En un servidor compartido, los recursos (CPU, RAM, ancho de banda) se reparten entre todos los sitios que están en él. Si hay 200 sitios compartiendo el mismo pastel, no esperes tener un pedazo grande. Y cuando todos los sitios consumen al mismo tiempo, todos sufren.
Cuando te pasas a un VPS, esos recursos son dedicados para ti. Y eso marca una diferencia brutal en velocidad y capacidad de respuesta.
Hay días que tu página no carga, o te llega un mensaje de algún visitante diciendo que el sitio “estaba abajo”. A veces vuelve solo. A veces ni te das cuenta y estuvo caído una o dos horas. Es frustrante, sobre todo si no sabes por qué ocurre.
Esto es muy típico en hosting compartido: una web vecina colapsa y arrastra a las demás. O el servidor se sobrecarga por exceso de tráfico de varios usuarios y entra en modo pánico. También puede ser mantenimiento mal programado o ataques DDoS que no iban dirigidos a ti, pero igual te afectan.
En un VPS, tienes tu propio espacio virtual, aislado. Si algo pasa, pasa dentro de tu entorno, no por culpa de otros. Además, puedes instalar herramientas de monitoreo para saber en tiempo real si hay caídas, y actuar altiro.
Has subido más contenido. Tienes más visitas. Quizás ya vendes productos o manejas usuarios registrados. Incluso conectaste tu web con redes sociales o un sistema de mailing. Buenísimo. Estás creciendo. Pero… el hosting se empieza a quedar corto.
Ves que los tiempos de carga suben, que el panel de administración de tu CMS se pone lento, que las tareas programadas no se ejecutan o que aparecen errores 500 cada tanto. Todo eso indica que ya estás apretado dentro de los límites del servidor compartido.
No es que hayas hecho algo mal. Al contrario. ¡Tu sitio ha evolucionado! Y el VPS es el siguiente paso natural. Porque ahí puedes escalar: más RAM, más núcleos, más espacio, cuando quieras. No estás restringido por el espacio que te dan “por defecto”.
Muchos proveedores de hosting te mandan correos como estos:
“Hemos detectado que su cuenta ha superado el límite de uso de CPU permitido durante las últimas 24 horas.”
“Su sitio ha sido suspendido temporalmente por exceder los recursos asignados.”
“Recomendamos optimizar su base de datos para reducir consumo excesivo.”
Al principio los ignoras. Luego te da rabia. Y al final te das cuenta de que el problema no eres tú, es el entorno limitado en el que estás.
Los sitios web no son estáticos como antes. Casi todos hoy tienen bases de datos, plugins, integraciones, animaciones, imágenes pesadas y visitas desde móviles. Todo eso consume. Y los recursos de un hosting compartido están pensados para sitios chiquitos. No para lo que tú estás construyendo.
Este punto es brutal para los desarrolladores y administradores técnicos. En un servidor compartido no puedes:
Cambiar versiones de PHP libremente
Instalar librerías de Python o Node
Ejecutar scripts personalizados
Usar puertos externos
Instalar servidores de bases de datos como Redis o MongoDB
Hacer ajustes a la configuración del servidor (como Nginx, Apache o .htaccess avanzado)
Todo eso está bloqueado por razones de seguridad (y porque si alguien rompe algo, afecta a todos). Pero cuando tu proyecto necesita un nivel técnico más alto, es una tortura no poder tocar nada.
En un VPS, tú mandas. Puedes instalar lo que quieras, configurar a medida y dejar todo exactamente como tu aplicación lo requiere.
Enviar correos desde tu sitio es algo común: notificaciones, confirmaciones, formularios de contacto, alertas de compra. Pero en un hosting compartido, los correos a veces no llegan nunca, o terminan en la carpeta de spam sin que sepas por qué.
¿La razón? Estás compartiendo la IP del servidor con otros usuarios, y si uno de ellos hace spam o es marcado como emisor malicioso, tú también pagas el precio. Literalmente.
El problema es que los filtros de los servicios de correo detectan comportamiento dudoso por IP, no por dominio. Así que da lo mismo que tú envíes solo correos legítimos si otro usuario vecino hace todo mal.
Con un VPS, puedes tener una IP dedicada. Esto te permite controlar completamente la reputación de tus envíos. Además, puedes configurar correctamente los registros SPF, DKIM y DMARC, que son fundamentales para autenticar tus correos. También puedes usar servicios SMTP externos si quieres más respaldo.
En resumen: si tus correos no llegan o llegan mal, es momento de salir del hosting compartido.
En un servidor compartido, todos los usuarios comparten el mismo entorno de sistema operativo y software base. Si el proveedor no actualiza los componentes del servidor con frecuencia (como PHP, MySQL, Apache), te expones a posibles vulnerabilidades.
Y si un sitio vecino es infectado por malware, tu sitio podría también verse comprometido por rebote. Esto es más común de lo que se piensa. Hay proveedores que tardan días en aplicar parches de seguridad, y durante ese tiempo tu web es un blanco más.
Tampoco puedes configurar reglas personalizadas de firewall, escaneos de malware o bloqueo por IP. Todo está preestablecido, y tú solo puedes esperar que todo funcione.
Con un VPS, tú puedes:
Elegir qué versión de cada software instalar
Controlar cuándo actualizar
Activar firewalls personalizados
Configurar reglas avanzadas de bloqueo
Implementar herramientas como Fail2Ban, ModSecurity, ClamAV, entre otras
Esto no garantiza que no tengas riesgos, pero te da el control para tomar decisiones y proteger mejor tu infraestructura.
Puede que quieras trabajar con aplicaciones que usan Node.js, Python, Ruby on Rails o incluso alguna herramienta más especializada para machine learning, procesamiento de imágenes o API personalizadas.
La mayoría de hostings compartidos no permiten ejecutar estos lenguajes porque están centrados únicamente en PHP y MySQL. Y no, no es porque te odien. Es porque correr otros servicios requiere más recursos, aislamiento, control de puertos, y eso no se puede hacer de forma segura cuando hay cientos de sitios compartiendo el mismo servidor.
Si tu proyecto involucra más que HTML + CSS + PHP, necesitas libertad. Y esa libertad solo la encuentras en un VPS, donde puedes instalar lo que quieras: servidores, frameworks, librerías, entornos virtuales… lo que tu código necesite.
Cuando tu sitio se vuelve más complejo, no puedes darte el lujo de hacer cambios “en vivo”. Necesitas al menos tres entornos distintos:
Producción: donde están los usuarios reales
Staging: donde pruebas funciones nuevas antes de lanzarlas
Desarrollo: donde haces experimentos y cambios sin afectar nada
En un hosting compartido, esto es muy difícil de lograr. A veces puedes tener subdominios o carpetas ocultas, pero nada más. No puedes clonar una base de datos y correr un entorno separado sin que se mezcle todo.
En un VPS, puedes crear máquinas virtuales, contenedores, subservidores, o usar herramientas como Git para desplegar entornos aislados. Y si algo falla, no pasa nada: lo arreglas en staging y luego pasas a producción.
Contrataste un diseñador. Invertiste en redacción SEO. Compraste plugins premium. Estás gastando tiempo, esfuerzo y recursos en que tu sitio se vea mejor, posicione mejor y venda más.
¿Pero qué pasa si la base técnica no lo acompaña? ¿Qué sentido tiene tener un gran diseño si el servidor no responde bien? ¿De qué sirve un plugin de optimización de imágenes si el servidor no tiene suficiente RAM para procesarlas?
Migrar a VPS no es un lujo. Es una decisión lógica cuando tu sitio deja de ser amateur y empieza a tomarse en serio. Y si ya estás en ese nivel, seguir en un entorno compartido es como ponerle ruedas de bicicleta a un auto deportivo.
Muchas veces no esperas a que todo colapse para tomar decisiones. Con los sitios web pasa igual. No necesitas que el sitio se caiga por completo o que te empiecen a llover quejas para pensar en migrar a un VPS. Hay síntomas tempranos, pequeños cambios de comportamiento, que te dicen que estás llegando al límite.
Algunas de estas señales son:
Las actualizaciones de tu CMS (como WordPress) tardan más de lo normal
El panel de administración empieza a responder lento
Tienes errores de base de datos al subir contenido nuevo
El tiempo de carga sube cada mes un poquito más
Los plugins que antes funcionaban perfecto, ahora generan fallos
El espacio en disco se llena sin razón clara
Tus analíticas muestran picos raros de rebote sin explicación aparente
Estos signos muchas veces no se consideran críticos, pero son indicadores de que algo no anda bien. Y el problema casi siempre está en los recursos que tu sitio tiene asignados.
Un VPS no es una varita mágica. No va a solucionar todos tus problemas con solo hacer clic. Pero sí te da herramientas reales que permiten que tú, o tu equipo, optimicen la infraestructura como corresponde.
Estas son las ventajas más importantes, explicadas sin adornos:
En un VPS, los recursos son tuyos. Si contratas 4 GB de RAM y 2 vCPU, nadie más los toca. No se reparten, no se ajustan según carga general. Y eso cambia todo, especialmente en estabilidad.
Puedes entrar al servidor como administrador y hacer cambios profundos. Esto es clave si trabajas con desarrolladores, si usas software personalizado, o si necesitas que algo funcione “a medida”.
Aunque el servidor físico tenga más VPS corriendo, el tuyo está aislado. No compartes entorno con otros sitios web. No hay riesgo de que un hackeo o problema de otro te arrastre.
¿Tu sitio creció? ¿Necesitas más RAM? ¿Más CPU? En muchos VPS puedes escalar sin tener que migrar. Solo amplías recursos y sigues trabajando.
Con acceso total, puedes crear subentornos, clonar sitios, hacer pruebas, romper cosas sin afectar a los usuarios reales. Esto mejora el flujo de trabajo de equipos serios.
Puedes elegir tus firewalls, configurar reglas de acceso, bloquear IPs maliciosas, instalar antivirus de servidor, limitar tráfico sospechoso. También puedes hacer ajustes de rendimiento que serían imposibles en un servidor compartido.
Ok, ya estás convencido. Sabes que el hosting compartido no te sirve. Pero tampoco puedes simplemente cambiarte sin pensar. La migración a VPS requiere preparación. Aquí algunos puntos a tener claros:
Administrar un VPS no es tan difícil como antes, pero sí requiere cierto nivel técnico. Necesitas saber cómo conectarte por SSH, cómo subir archivos por SFTP, cómo modificar configuraciones del sistema, instalar servicios, mantener todo actualizado.
Si no sabes hacerlo, puedes:
Contratar a un administrador externo
Usar un panel de control que simplifique todo (hay varios)
Aprender paso a paso (hay guías y foros para eso)
No compres un VPS sin saber cuánto consume tu sitio. Si estás usando 1 GB de RAM y 30% de CPU en hosting compartido, no necesitas 8 GB de RAM. Empieza con lo que necesitas hoy y deja espacio para escalar.
En el hosting compartido, los respaldos suelen estar incluidos (aunque a veces se pierden o no sirven). En VPS tú decides:
Hacer respaldos automáticos con scripts
Contratar servicios externos de backup
Configurar snapshots o imágenes del sistema
Pero la responsabilidad final es tuya. No lo dejes para después.
Haz una lista clara:
Archivos del sitio
Bases de datos
Cuentas de correo (si las usas en el servidor)
Certificados SSL
Redirecciones
DNS
Prepara todo antes, haz pruebas si puedes, y planifica hacerlo en un momento de poco tráfico.
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